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domingo, 14 de julio de 2019

TARTAS DE CUMPLEAÑOS

Necesito ya unas vacaciones. Realmente, yo viviría siempre en vacaciones, pero cuando una empieza a dejarse el móvil en casa, a perder sistemáticamente cuanto objeto pasa por sus manos y a meter las llaves de casa en la nevera, es porque la salud mental te pide un receso. Cruzando los dedos, eso sí, porque, por si no lo sabéis, los abogados NO tenemos vacaciones. Agosto es inhábil para la mayoría de las actuaciones, pero no para todas. Y si no entras en la plataforma de Lexnet (invento del Maligno nunca superado) y no aceptas las notificaciones de los juzgados, a los tres días las tienes por notificadas y te corre el plazo que sea. En los despachos más grandes la gente se turna, pero si trabajas solo, te tienes que ir de vacaciones casi de extranjis, rezando a Dios para que si te vas de viaje no te manden nada significativo. Pobre chica la que tiene que servir... Señor.
La cuestión es que aunque logres tener unas vacaciones más o menos ininterrumpidas. siempre son demasiado cortas. Recuerdo, sin embargo, que los veranos en el piso del Rincón eran muy, muy largos. Conforme cumplíamos años, las amigas y yo íbamos cada vez menos a la playa o a la piscina, ante el pasmo de nuestras madres.
-Las niñas éstas son unas lacias. Ni se bañan ni nada, y todo el día metidas en el cuarto de una o de otra. Mi niña parece un vampiro.
-.Di que sí, Pepita. La mía está más blanca que la leche. Ay, qué rara es la gente nueva.
Porque, después de la emoción de reencontrarnos y de darnos EL chapuzón que declaraba la temporada oficialmente inaugurada, nos entraba una galbana que no había quien nos moviera y que nos duraba hasta el mes de septiembre, en que revivíamos milagrosamente  Un día normalito nuestro podía ser:

1) Se levantaba una a las ocho de la mañana, veía "Los ricos también lloran", se tomaba un colacacao y a la cama otra vez (Gema)

2) Se levantaba una a las once de la mañana, después de que hubiera recorrido la urbanización (con el claxon y la megafonía, o a grito pelao directamente) la camioneta del pescadero, y la del panadero, el camión del butano, y el que traía la fruta de Vélez.("MELONES, MELOOOOONES, MELOOONES COOOOMO EL ARMIBAAAAAA) Esa era yo, si doña Pepa no se había adelantado previamente  despertándome con todo amor y cariño ("¡NIÑA, PARRIBA!") Después, te mandaban a hacer la compra y a limpiar los baños, y quedabas momentáneamente liberada

3) No había móviles, y en la vida analógica, íbamos a buscarnos las unas a las otras en persona.
-¿Qué haces?
-Nada, ¿y tú?
-Nada.
-Pues vámonos al fumadero.
El fumadero era el descansillo de arriba del todo del bloque, donde estaba el cuartillo del ascensor, y donde íbamos a fumar de extranjis como descosidas. Algunas veces nos dejábamos allí el cuerpo del delito de los tabacos y los mecheros, para no sufrir un requisamiento paterno inesperado.

4) Nos encerrábamos en el cuarto de alguna a bailar sevillanas, a pintarnos las uñas, a oír alguna cinta de cassette  (tiempos) y a hablar sobre los temas trascendentales de la vida: lo bueno que estaba , o no, Miguel Bosé, (solía haber división de opiniones) que si el cantante Iván era un lamioso o si ese invierno se seguirían llevando los pantalones de pana gorda. La madre correspondiente abría la puerta de vez en cuando.
-Niñas, asomaros un ratito a la playa, que os dé el sol un poco.
-Mamááááá.
-Vale. Pues haced lo que queráis, que sois todas unas rancias.
("La playa". Vaya ocurrencia....)

5) Cada mochuela a su olivo, a comer y a fregar los platos.

6) Irnos a casa de Amalia, que no estaba en la urbanización, a repetir la sesión de cuarto. Comprar tabaco por el camino. Grabar entre todas en un cassette un programa de radio, incluyendo consulta de Elena Francis, con respuestas creativas totalmente irreproducibles, banda sonora incluida. Luego, serial tremebundo:
-Cuando yo nací era una noche helada (viento: "huuuuuu"). me crié con mi madrastra y mi madrastra venga a pegarme con un vergajo.
-¿Qué es un vergajo?
-Un vergajo, niña. Un palo. Y mi madrastra venga a pegarme con el vergajo y el viento seguía haciendo uhhhhh y mi madre gemía en el parto ¡AAAHHHH!
-¿Pero tu madre no se había muerto?
-Mira. Así es que no se puede.
Y para rematar "coplas, coplas de mi España", con arreglos letrísticos de creación propia. Qué pena no haberlo conservado.

7) Hacer una merienda en casa de alguna. Nos poníamos púas. Sandwiches. Bocadillos. Tarta de galletas. Desde entonces la tarta de galletas está en mi memoria sentimental. Una vez, en mi casa, se acopló también un niño de la urbanización de al lado, y doña Pepa me preguntó, con su característico tacto y tono de voz habitual: "¿QUIEN ES ESA NIÑA TAN GORDA?"  No es que quisiéramos que viniera, pero, pobrecillo, nunca  se atrevió a volver.

8) Si había algo potable en el cine de verano, para allá de cabeza. Sillas de aluminio incomodísimas y lleno total casi siempre. Al lado del cine había un bloque cuyas terrazas daban a la pantalla: películas gratos todo el verano, vaya chollo. Se sentaban las familias allí a la fresca con su ajoblanco y su tortilla de papas, y más a gusto que estaban. Si la función no empezaba a su hora, eran los primeros en corear "¡QUE EMPIECE YA, QUE EL PUBLICO SE VA!". Cuando la película era de miedo, nadie se  quería sentar al lado de Gema, que te arreaba unos pellizcos en los brazos que te dejaban más morada que un lirio, así que el terror era por partida doble.

9) Un helado/horchata en Maike.

10) Bajarnos al césped a hacer el capullo, a cantar debajo de los balcones y a que papi saliera en calzoncillos a echarnos la bronca y me mandase subir, para mi eterno bochorno.

11)  Himno de España, despedida y cierre.

Con los años la cosa fue variando ligeramente: yo normalmente tenía que estudiar para recuperar alguna asignatura de Derecho en septiembre. No he pasado yo tardes empollando Civil en aquel sofá cama con la tela que picaba tanto. Desde entonces, no me puedo rascar las pernas sin acordarme de las obligaciones y contratos. O ya de noche caminábamos unos dos kilómetros para la ida y para la vuelta con tacones, para ir a bailar al Charleston, que estaba casi en Chilches. En lo que seguimos fieles fue a nuestro rechazo a la playa y a la piscina, territorio de "padres", puajjjj. Después, dejamos de venir. Y con los años, ya siendo madres, nos tocaba llevar a nuestros niños a la playa y a la piscina, sedante natural donde los haya que nos garantizaba que las criaturas no nos darían la noche.... Sedante para ellos, porque yo terminaba atacada de los nervios corriendo para que el niño no se escapara y se perdiera, o se metiera en el agua por su cuenta, o se divirtiese echando puñados de arena en los ojos a la señora más desagradable de la playa, todo mientras el santo padre de la criatura permanecía en una dimensión paralela, felizmente ajeno a todo y zen total parapetado tras su periódico. Ay, qué tiempos...
Estas tartas de hoy las hice para un cumpleaños de mi sobrina Irene y gustaron bastante: creo que no quedó un trozo sobreviviente. Parece más laboriosa de lo que es realmente,  ¿y a quién no le gusta la tarta de galletas?  Vaya, ¿que a ti no? Mira, siempre tiene que haber algún rarito en el mundo. O eso, o te han servido un engrudo incomible, aunque hacer una mala tarta de galletas, mira que es difícil.
Ingredientes para una tarta:
Cantidades: Esta tarta está hecha sin receta, a lo brutorro e improvisando. Así que no hay cifras. Aquí va todo al gusto y a la inspiración del momento.
-Un paquete de galletas de las rectangulares. Las Napolitanas van muy bien.
-Leche para remojar con dos o tres cucharadas de azúcar. Un chorrillo de licor no le va mal tampoco
-Crema de relleno: Se puede poner mantequilla en pomada mezclada con cacao en polvo y azúcar o hacer unas natillas normales de polvos según diga el paquete y añadir una tableta de chocolate negro fundido. Yo las hice así.
-Nata, un par de bricks de los pequeños. Fría de la nevera.
-Azúcar glas al gusto.
-Un sobre de estabilizador de nata. Los hay en Carrefour, Corte Inglés y similares, y no es imprescindible, pero favorece que no se nos baje la nata de los adornos.
-Una o dos tabletas más de chocolate al gusto para la cobertura.
-Lápices pasteleros, si no gastamos buen pulso con la manga pastelera. Los hay de Vahiné y de Dr. Oetker.
-Galletas de las pequeñitas a elegir, para poner por los lados de la tarta.
-Corazoncitos de repostería, floripondios comestibles, perlitas plateadas, doradas, de colores... hay un amplio surtido de todo ello en cualquier supermercado grandecito.
Preparamos el moje de las galletas poniendo en un plato la leche, el azúcar y el licor, si lo queremos. Luego hacemos la crema de relleno, según la opción elegida, y la reservamos. Fundimos el resto del chocolate con un brick de nata, a fuego muy bajo, lo apartamos y lo dejamos enfriar hasta que coja cuerpo, pero a ser posible no en la nevera, porque el chocolate pierde brillo. Cogemos un molde rectangular del tamaño que nos venga bien y vamos mojando las galletas, no mucho para que no se deshagan, y el tema hasta aquí se reduce a mojar las galletas e intercalar capas de crema y galleta, como el albañil que monta un muro medianero con cemento y paleta, (el parecido debe terminar ahí, a ser posible) hasta lograr el tamaño deseado. Una vez lograda la base, untamos bien por arriba y por los lados con la cobertura reservada, alisando bien. Cogemos los lápices pasteleros y vamos escribiendo. Esto parece fácil, pero se tiene que hacer con mucha tranquilidad y sosiego y que nadie te dé un susto mientras escribes. Si se te corta el chorrillo, intentas hacer un empalme que no se note mucho. También tener en cuenta lo que pones. No es igual "Felicidades, Pepe", que "Feliz cumpleaños y que cumplas muchos más y yo que lo vea, María Purificación Filomena". No sobreestimemos nuestras capacidades. A continuación, .montamos el otro brick de nata, con el sobre de estabilizador si lo usamos, a mano o con la Thermomari, o el accesorio que traen algunas batidoras, si lo tenéis, con tiento para que no se nos haga mantequilla (sale buenísima, pero hoy no es el objetivo), y una vez montada, le añadimos dos o tres cucharadas de azúcar glas, o al gusto de cada uno. Metemos la nata en una manga pastelera con una boquilla de estrella, y la manga la metemos dentro de un vaso para que se sostenga entre uso y uso. Apretamos y vamos poniendo rosetones por los filos hasta cubrir lo cuatro bordes. Luego pegamos las galletitas por los lados y rematamos poniendo estratégicamente los corazoncitos, o los floripondios, o el confeti de azúcar. Por último, le plantificamos las velas y nos queda una tarta muy aparentona y la mar de rica. Tiene una gran ventaja, y es que se puede perfectamente congelar si se quiere hacer con antelación.

Ni las migarras, oiga.
Hoy no queremos complicarnos la vida y si hay un cumpleaños, tiramos de pastelería y listo. Pero hay algo muy entrañable y familiar en una tarta de galletas y en hacerla con tus manos a un homenajeado al que quieres mucho. Y yo soy una experta en complicarme la vida, qué le vamos a hacer.
Feliz semana a todos...

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